Dibujo en movimiento de Le Corbusier

Apuntes “en movimiento”
Los apuntes que Le Corbusier esbozó desde el barco a medida que se alejaba de la isla de Manhattan constituyen un excelente motivo para experimentar “un modo de ver” y de dibujar rápidamente, según un proceso de acercamiento y de alejamiento o girando alrededor del sujeto.
Provisto del álbum de esbozos y de una caja de tizas blandas de diversas tonalidades, con ocasión de un viaje a Nueva York tomé el vaporcillo que da la vuelta a la isla de Manhattan y probé a esbozar con rápidos toques de tiza las vistas sucesivas que aparecían durante escasos instantes y que iban como girando a medida que el barco avanzaba.
La posibilidad de reproducir con el espesor de la tiza el volumen de los rascacielos, y de cubrir la superficie del esbozo en pocos segundos con el “roce” de un medio tan blando y rico de tonos, me permitió “arrebatar” las impresiones mudables de un panorama fantástico, de una isla llena de rascacielos, como una caja llena de tizas…

1. Sucesión de las imágenes de los rascacielos de Manhattan esbozadas por Le Corbusier a pluma, desde el barco que se va alejando.
Manhattan en una fotografía reciente.
Serie de impresiones, con tiza de colores, de la vuelta de un barquito alrededor de la isla de Manhattan.

Dibujos de Le Corbusier

Le Corbusier en Oriente y en Estados Unidos.
En cada viaje, en cada visita a una ciudad italiana o a una isla griega, ante el Campo del Miracoli de Pisa o el Partenón de la Acrópolis de Atenas, el arquitecto Le Corbusier (1887-1965) no se contentaba con mirar: para ver realmente, dibujaba y anotaba plasmando impresiones, formas y volúmenes, por el placer de profundizar y de recordar lo que veía, de reencontrar más adelante, en lo que apuntaba y comentaba, una verdad que ya conocía o que empezaba entonces a descubrir. Llevaba consigo el cuaderno de esbozos y allí trazaba rápidos dibujos de un paisaje o de una ciudad, de espacios amplios y profundos o de volúmenes complejos, reunidos en pocos centímetros de papel.
Le Corbusier: Esbozos del Álbum de Viaje por Oriente: 1. Estambul: tres vistas de Santa Sofía.

Un arquitecto con sensibilidad para dibujar.
Cada esbozo o dibujo de Le Corbusier va generalmente acompañado de un comentario, casi un subrayado. Esbozos de arquitecto, pero también de un viajero observador y deseoso de captar un detalle, una sensación…
Y para nosotros, también una lección de humildad, una invitación a apartarnos de la pretensión de recordarlo todo (de ahí la necesidad de dibujar y de hacer breves comentarios escritos), a no mirar superficialmente, sino a “ver” de manera incisiva y crítica, no limitando la propia intervención al uso de una cámara fotográfica.
En una carta a un grupo de jóvenes en 1936, Le Corbusier escribe:
¿Cómo podemos enriquecer nuestras posibilidades creativas? No ciertamente limitándonos a las revistas de arquitectura, sino emprendiendo viajes de exploración por el inconmensurable reino de la naturaleza…
Quisiera que los arquitectos (aunque esto vale para todos los que empiezan a dibujar) tomaran en cualquier momento el lápiz para dibujar una planta o una hoja o para expresar el significado de un árbol, la armonía esencial de una concha, las estratificaciones de las nubes, el siempre mudable flujo y reflujo de las olas que juegan con la arena.

Le Corbusier: Esbozos del Álbum de Viaje por Oriente:
1. Estambul: tres vistas de Santa Sofía.
2. Atenas: el Partenón visto desde los Propileos.
3. Atenas: los Propileos con el templo de la Victoria Áptera.
4. El monte Athos.

Como fijar un dibujo

El fijativo o fijador.

Fijar un dibujo significa hacerlo moldeable (evitando que se borre) por medio de la aplicación de sustancias adecuadas. El fijado es imprescindible para todos los dibujos, excepto los ejecutados-a pluma, y debe realizarse con tanta mayor prontitud cuanto mayor sea la tendencia a la pulverización del material empleado (el carboncillo, por ejemplo, ha de ser fijado inmediatamente).

Los dibujos a lápiz, carboncillo, pastel o tiza se fijan con una solución de goma adra-gante, al 3 ó 4 %, distribuida de modo uniforme mediante un pulverizador; para que la solución se extienda correctamente por toda la superficie del dibujo es conveniente colocar el papel sobre una superficie plana y horizontal y pulverizar desde cierta distancia (aproximadamente 50 cm). Los dibujos a pastel pueden fijarse pulverizando una mezcla muy diluida de agua y leche sobre la parte posterior del papel.

Tecnica de dibujo a lapiz

Trazos rápidos y cortados, a modo de arañazos repetidos, que definen y subrayan el contorno del vaso, de las flores y de los objetos.
Trazos más tenues, que parecen morir en el aire.
Tono gris, obtenido con el difumino y tratado después con decididos toques de goma.

Este dibujo denota un alto grado de refinamiento; ejecutado con rápidos trazos de lápiz y con zonas grises, casi sugiriendo el color, obtenidas con el difumino, logra reproducir, también con esta técnica, la atmósfera particular, espectral y extinta de toda la obra de Giacometti. Parece confirmar lo dicho por Berenson: Tal vez mi estimulación supera la de los demás, porque llego a creer que los materiales del artista tienen más de espíritu que de materia. Espíritu en el sentido de ideas y problemas. De ellos vive el artista. El resto es cuestión de modas y de medios, ya sean materiales o técnicas.

Tipos de papel de dibujo

TIPOS DE PAPEL.
El papel fue inventado por los chinos un siglo antes de nuestra era, pero no se introdujo en Europa hasta mil años después. Paulatinamente fue sustituyendo al pergamino, de elaboración más costosa y compleja.
El papel hecho a mano se obtiene a partir de una pasta de celulosa vegetal (o elaborada con trapos) que se deposita en capas finas sobre un bastidor de las dimensiones deseadas. A continuación, se extiende cada capa de pasta entre dos fieltros superpuestos y se prensa para eliminar la humedad. Por último, la hoja así obtenida se sumerge en una solución de cola animal, para aumentar así su resistencia.

El papel hecho a mano se reconoce y caracteriza por la “filigrana”, es decir, por la marca transparente impresa por el bastidor durante su elaboración. El bastidor está formado por una trama de hilos metálicos verticales y varillas horizontales, en la cual queda retenida la pasta de celulosa cuando éste se saca de la tina que la contiene. Las diferencias resultantes del hecho de que a cada hilo o varilla corresponde una capa de pasta ligeramente más fina producen un dibujo, visible al trasluz, que permite emitir un juicio sobre la procedencia y la fecha de fabricación del papel (en general, el número de hilos ha ido aumentando con el transcurso de los siglos).

Por el mismo sistema del hilo metálico inserto en el bastidor se imprime la “filigrana” o marca de fábrica, consistente en distintos símbolos (flechas, leones, yelmos o letras del alfabeto), que revela el origen y la fabricación del papel (el número de filigranas registradas asciende a dieciséis mil).
A finales del siglo xiv, Cennino Cennini aconseja en su tratado preparar el papel para el uso de punta de metal (uno de los primeros útiles de dibujo refinados) con posos minerales especiales o polvo de huesos, lijándolo después con ágata. El papel de color, de uso frecuente, se obtiene diluyendo los pigmentos (rojo, verde o azul) en cola animal o goma arábiga, que además aumentan la consistencia del papel. El “grano”, es decir, la textura de la superficie, es un elemento fundamental para el dibujo, ya que determina el uso de los distintos materiales, desde el lápiz al carboncillo y desde la tiza al pincel, y permite conseguir efectos especiales, debidos precisamente a esta relación entre material y soporte.

Los lápices accesorios

Como ya hemos visto, la técnica del lápiz negro, de la sanguina y de los lápices de colores sobre papel blanco puede enriquecerse con la utilización de papeles de color (no sólo de color paja, sino también marrón, azul, etc.) y mediante “toques de luz” blancos, obtenidos con tiza, lápiz o temple. Pero la base del dibujo es el lápiz con su trazo preciso y sus múltiples posibilidades expresivas, tanto si se trata de lápices negros como de sanguina o lápices de colores. Conviene recordar que:

• Es importante elegir el grado de dureza del lápiz según el grano del papel; los papeles muy texturados no admiten usar un lápiz demasiado blando. En todo caso, el grano del papel se puede aprovechar para sugerir efectos expresivos.
• El lápiz puede usarse sólo para el contorno o bien para toda la construcción del dibujo, aprovechando la sensibilidad del trazo (más o menos fuerte, sinuoso o repetido) y las posibilidades de los rayados y de los rayados cruzados en el tratamiento del claroscuro.
• El claroscuro obtenido mediante rayados entrecruzados es preferible al realizado con la ayuda del difumino, porque garantiza una mayor transparencia (y, por tanto, la posibilidad de conservar el efecto del reflejo en la sombra). Además permite superponer nuevos trazos a las zonas ya trabajadas para acentuarlas o modificarlas, sin “ensuciar” el dibujo (es decir, sin echar a perder la frescura dei trazo).
• En la construcción del dibujo, tanto respecto a la forma como al claroscuro, es importante relacionar todas las zonas con las demás; así, en el tratamiento del claroscuro conviene establecer primero una escala de tonos (el más claro y el más oscuro), identificando luego en función de ella las zonas que corresponden a las distintas tonalidades.
Como conclusión (aunque es difícil hablar de conclusión en relación con la técnica del lápiz, abierta siempre a las más variadas experiencias) de nuestro breve encuentro con los lápices negros, la sanguina y los lápices de colores, mencionaremos algunos accesorios útiles (aparte, naturalmente, de la goma, que, además de servir para borrar, es un instrumento muy útil para aligerar o suprimir líneas o zonas del dibujo). Esos accesorios son la goma de “miga de pan”, el difumino (o esfumino) y el fijativo (o fijador).

La goma de “miga de pan”
Es un tipo de goma de borrar que merece especial consideración, no sólo porque permite eliminar errores en los dibujos (a lápiz, a carboncillo o con tiza), sino, sobre todo, por su contribución al perfeccionamiento de los mismos, tanto del trazo como del claroscuro. La goma hecha a base de “miga de pan” se utiliza habitualmente en pequeños bloques rectangulares, de los cuales se van cortando trozos que se moldean con los dedos para darles flexibilidad.
La goma así preparada se utiliza para aligerar o aclarar un tono determinado, presionándola sobre la zona deseada sin frotar; con un borde limpio y afilado se pueden dejar blancos en las zonas cubiertas por el lápiz, que producen sugestivos efectos de luminosidad.

El difumino.
El difumino o esfumino permite obtener un claroscuro más suave y continuo, con unos tonos grises sobre los cuales destacan de forma especial los efectos de las luces, conseguidos mediante los toques de goma de “miga de pan”.
Es un bastoncillo apuntado, formado por papel secante enrollado, que se frota sobre las zonas cubiertas por trazos de lápiz para “difuminarlas”, es decir, para hacer disminuir su nitidez, obteniendo así un claroscuro de tonos grises fundidos con un efecto de mayor continuidad, aunque, en ocasiones, menos brillante y transparente.

Los esbozos de una turista inglesa en Italia

En un álbum dedicado a sus cuatro compañeros de viaje (pero posteriormente litografiado en una edición privada), bajo el título de Diario de cuatro viajeros por la Riviera y el norte de Italia, una turista inglesa, Mary D. Tothil (¡una de tantas!), narra con desenvoltura e ironía, mediante la pluma y el lápiz, las etapas más significativas de sus vacaciones en las costas francesas y figures y en el norte de Italia.

El dibujo y el humor.
Las páginas del álbum de la turista inglesa se convierten así en páginas de un diario escrito e ilustrado, en las que la autora se ríe de sus propias desventuras, pero también anota las escenas folklóricas, los paisajes más sugestivos, los encuentros divertidos. Para comprender las dificultades de una excursión a lomos de un mulo, basta ver al personaje que aparece sujetándole la cola para frenar el descenso. La escena de los niños que juegan con los barquitos y con los barriles transformados en botes está esbozada con evidente pe ricia: el pequeño que ocupa el primer plano está som breado con unos rápidos rasgos, mientras que el fondo apenas se destaca.

Por su parte, el esbozo de los dos jóvenes camareros que ayudan a la turista a subir cómodamente la larga escalera no es menos ágil y expresivo.
Probablemente, la autora anotaría en un álbum o er hojas sueltas de papel las impresiones de la jornada para después trasladarlas “en limpio” a su cuaderno escrito y dibujado a mano, en el que se encuentran y se complementan mutuamente lo escrito y lo dibujado.

Goethe en Italia

¿Por qué y cómo dibujaba Goethe, uno de los viajeros más ilustres que hayan deseado dejar en sus cuadernos los resultados de su experiencia?
El viaje que realizó Goethe por Italia, sus escritos y sus dibujos de entonces, nos hablan de su entusiasmo: de su entusiasmo por la naturaleza, por la arquitectura, jero también por el dibujo, el medio más idóneo para slasmar, con mayor inmediatez que con las palabras, el íechizo de la imagen.
Goethe, el “poeta de los paisajes”

Friedrich Riemer, colaborador y confidente de Goethe, revela que los dibujos de éste debían entenderse como ideas esbozadas, «expresión figurada y simbólica de lo que ocupaba su fantasía y ardía en su alma…». Pero Goethe, esencialmente poeta, aunque también dibujante, no podía dejar de elevar y transfigurar la realidad contemplada en “poesía de los paisajes”. Para quien mira con ojos atentos, forma y color se convierten, en la descripción literaria y en el esbozo, en los elementos de la composición: «Los colores vivos, atenuados por la luz difuminada en el aire, (serán) visibles incluso a corta distancia… de suerte que harán destacar los contrastes entre las tonalidades frías y las calientes Las sombras de un azul claro resaltan agradablementi allí donde la luz se funde con el verde, el amarillento, e rojizo y el siena para unirse con el tenue azul velado de fondo en lontananza.» En sus palabras encontramos 1; premisa de lo que será una de sus obras maestras: Lt teoría de los colores.

Inquietudes de dibujante voluntarioso.
Goethe fue ciertamente un gran poeta, pero no en tan buen dibujante; sin embargo, precisamente su voluntad de llegar a serlo, de aprender a dibujar parí decir algo, adquiere para nosotros un significado par ticular. Le gustaba la acuarela, y esbozaba sus paisaje; con lápiz monocromo o con colores tenues. Sentía ) pensaba, además, que el cuerpo humano alberga todos los problemas y todas las soluciones: «Asistí a la escuela, aprendí a dibujar la cabeza y todas sus partes, y sóle entonces empecé a entender a los antiguos… Desde primeros de enero, bajando del rostro a la clavícula, me detuve difusamente en el tórax y las demás regiones, estudié con cuidado todo desde el interior hacia el exterior: los huesos, los músculos.. Las semanas próximas veré con ojos libres las más bellas estatuas y las más bellas pinturas de Roma.

La calle, un teatro.
«Los canteros, que han trabajado hasta el último momento, guardan sus herramientas e interrumpen entre bromas el trabajo. Todos los balcones, todas las ventanas están una tras otra adornadas con colgaduras y en las aceras elevadas, a los dos lados de la calle, se ponen sillas; los inquilinos de las plantas bajas y todos los chiquillos se ponen a parlotear, y la calle deja de serlo: se asemeja sobre todo a un gran salón de baile, o a una enorme y adornada galería. De las ventanas cuelgan ropas; todos los palcos están cubiertos de antiguas colgaduras bordadas, y las numerosas sillas aumentan la ilusión de estar en un salón; el cielo benigno recuerda de manera extraña que no tiene tejado. Así, la calle parece más habitable. Al salir de casa se tiene impresión de estar en un palacio, entre co nocidos, no en la calle, entre desconocidos.
(W. Goethe, Viaje por Italia, El carnaval romano, 1787.)

Ver con ojos de veneciano.
Mi vieja costumbre de observar las sas del mundo con los ojos de aquel pintor cuyos cuadros impresionaron mi alma hizo surgir en mí un pensamiento singular. Es evidente que el ojo se forma de acuerdo con los objetos que está habituado a mirar desde la infancia; sentado esto, el pintor veneciano debe ver todas las cosas de un modo más claro y sereno que los demás hombres. «Nosotros, que vivimos en barrios que
unas veces están sucios de fango y otras polvorientos, en lugares carentes de colores, donde se amortigua y oscurece todo reflejo, nosotros que vivimos quizás en ambientes restringidos, no podemos educar el ojo de manera tan alegremente clara. Cuando atravesaba a pleno sol las Lagunas y observaba sobre el borde de las barcas a los gondoleros que se movían con desenvoltura con sus abigarradas vestimentas y remaban mientras sus figuras se recortaban sobre el fondo azul de la atmósfera y sobre la superficie de las aguas de un bello verde claro; entonces se me presentó el mejor, el más vivo cuadro de la escuela veneciana.
(W. Goethe, Viaje por Italia, Venecia, 8 de octubre de 1786.)

Sensibilidad alemana para captar lo meridional.
Se diría, sin embargo, que todo esto le sirvió particularmente para ver Italia, para apreciar sus paisajes, las ciudades y las ruinas, las puestas de sol, para apuntar en sus cuadernos de viaje lo que su cultura y sensibilidad le sugerían: «Dondequiera que vayamos o nos detengamos surge ante nuestros ojos un paisaje rico y variadísimo: palacios y ruinas, jardines y prados rústicos, lejanías que se pierden y breves restos reunidos, casucas, establos, arcos de triunfo y columnas; en resumen, ese característico concierto de objetos verdaderamente meridionales y romanos.
Esta decidida voluntad de expresarse mediante el dibujo, de «progresar en el dibujo para lograr hacer algo con facilidad, constituye, por otra parte, la característica que distingue ese viaje de Goethe de los que solían hacer los grandes representantes de la cultura alemana, para quienes la estancia en Italia era, en el siglo xvín, elemento obligado y placentero.
Una última observación: los dibujos, los apuntes, no servían a Goethe solamente para plasmar las imágenes y los momentos de su viaje; muchos estaban destinados, junto con otras descripciones por escrito, a sus amigos de Weimar, para transmitirles una idea de las cosas bellas e importantes halladas en Italia.

Paul Klee en Túnez

Paul Klee en Túnez.
En los cuadros de Klee se reflejan a menudo las experiencias de los paisajes vistos por el pintor: así durante un largo período, los ecos del viaje realizado a Túnez (que contribuyó a revelarle el sentido del color se aprecian con claridad en las manchas coloreadas de sus cuadros.

Cuando lo objetivo asoma en lo abstracto.
En una composición abstracta, sobre colores brillantes y recortados, se mueven formas, signos, arabescos que evocan, junto a los fuertes tonos del color, recuerdos de un mundo objetivo: el mar, el desierto, el sol. casas, cúpulas, árboles, jardines. De estas láminas, en apariencia tan lejanas de la realidad, brotan así recuerdos de los paisajes: el azul que transporta a los mares del Sur, el rosa y el amarillo que evocan las dunas del desierto, el verde de la vegetación tropical. Por lo demás, el propio Klee ha dicho: «El objeto es el mundo, aunque no este mundo visible.»

Apuntes de viaje de Gauguin en la isla de Moorea

Gauguin en la isla de Moorea.
En junio de 1891 desembarcaba Gauguin en Tahití, en busca de la luz y del color, y de allí se trasladó inmediatamente a la isla de Moorea. Sus apuntes de viaje están reunidos en Noa-Noa. Escribía Gauguin: «He empezado a trabajar. Pero el paisaje, de colores francos y ardientes, me deslumhra… ¡Y, sin embargo, es tan sencillo: pintar como lo veo, traducir sin cálculo un azul o un rojo en la tela! En los ríos me encantan la figuras doradas. ¿Dudaré aún en captar toda esta luz esta felicidad del sol?»

La modelo caprichosa.
Gauguin pintó los paisajes y los habitantes del lugar: «Pruebo a esbozar un retrato; quisiera captar sobra todo esa sonrisa ambigua… Hace una mueca de desa grado y, contrariada, dice: “Aita (no)” y me deja. Una hora después está de nuevo en mi casa, lleva un bonito vestido y una flor en la oreja. ¿Qué le ha sucedido y por qué regresa? ¿Un juego de coquetería, el placer de ce der después de haberse negado?… ¿O sólo el capricho sin motivo, el simple y puro capricho, tan común en ellas? Comprendo que deberé atenerme, como pintor a la vida interior del modelo: una urgencia tácita y apre miante, casi como una posesión física, por lograr un resultado decisivo… Trabajo deprisa ojalá no sea una idea fija-, deprisa y con calor.
»Pongo en este retrato lo que el alma ha permitido que vean los ojos y sobre todo, pienso, lo que los ojos solos nunca habrían visto: este fuego íntimo, intenso. Los rasgos de la noble frente me devuelven a Pae, aquella sentencia suya: “No hay belleza pura sin algo de extraño en las proporciones.” Y la flor que lleva en la oreja percibe su perfume. Ahora trabajo mejor, más libremente.»