No es reciente la fabricación científica de las tintas de imprenta. La industria nació, claro está, antes que la misma imprenta. Escribas y pendolistas debieron haber cuidado y seleccionado el material, asegurándose de su perennidad, antes de acometer la empresa de copiar un texto. La fabricación de tintas debió ser obra de los alquimistas y de los mismos primeros maestros impresores, poseedores de fórmulas empíricas cuyos secretos guardaban celosamente.