SIGNO Y LENGUAJE.
En el Pioneer XI, lanzado desde la Tierra en 1973 a la busca de los misierios del espacio infinito, más allá de Júpiter, los científicos norteamericanos no pusieron un mensaje escrito para los posibles habitantes del espacio que pudieran cruzarse con la sonda espacial: colocaron un mensaje dibujado, el mismo que llevó el Pioneer X, lanzado un año antes. En una placa de aluminio chapada de oro se grabaron dos figuras humanas, una mujer y un hombre, éste con la palma de la mano abierta en señal de saludo, y además un conjunto de datos. Pensando en un encuentro con un imaginario habitante del espacio, de mundo y raza desconocidos, los científicos de la Tierra llegaron a la conclusión de que la única forma de poder hacerse entender era comunicarse por medio del dibujo. El dibujo se utiliza como lenguaje, un lenguaje universal en el sentido más amplio de esta palabra, esto es, refiriéndose no sólo a toda la Tierra, sino a todo el universo, incluso a lo desconocido que se abre en el infinito, más allá del sistema de los planetas. La placa del Pioneer XI constituye así una especie de reconocimiento oficial del impacto y de las posibilidades del dibujo, medio extraordinario de comunicación y lenguaje que es inmediato y comprensible para todos, y establece una relación directa. Es fácil, pues, pensar que los primeros sistemas de escritura con sus signos reproducían las imágenes de los objetos y de las cosas que querían expresar.
Con el dibujo, la comunicación es fácil e inmediata, porque no siempre es necesario desarrollar un dibujo completo de lo que se quiere decir; a menudo basta un símbolo, un signo, para indicar las características significativas del objeto, de la planta, del animal o del gesto del hombre que se quiere representar. De esta forma, el dibujo «habla» a través de palabras y frases, con un lenguaje que no tiene límites.