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Entrevista a un ilustrador de aerógrafo

CREATIVIDAD Y TÉCNICA .
Quisiéramos explicar en estas páginas cómo se llega a ser ilustrador de aerógrafo. Usted, que posee una gran experiencia en esta técnica, ¿nos podría decir cuándo decidió trabajar con este instrumento? Fue aproximadamente en el año 1975, mucho tiempo después de que terminara mis estudios.
¿En qué escuelas se formó? Asistí a la Facultad de Arquitectura, a la que llegué desde el instituto de arte. En su opinión, ¿el instituto de arte fue una buena base de partida? Para mí fue fundamental. Tuve buenos profesores y profundicé tanto en determinadas técnicas que de hecho pude, en la universidad, vivir de las rentas de lo que había aprendido en el instituto, sobre todo en lo que respecta a la teoría de las sombras. Entonces, ¿considera importante que ese bagaje teórico-práctico de técnicas, de las que forma parte, por ejemplo, la capacidad de tratar las sombras, es indispensable para dar solidez a los dibujos? En mi opinión es fundamental saber plasmar en los dibujos todas las teorías, como la copia del natural, la copia del desnudo, la anatomía e incluso el dibujo geométrico con proyecciones, perspectivas, axonometrías y teorías de las sombras. ¿Cómo se podrían si no representar en un plano bidi-mensional las profundidades que aportan la luz y las sombras, si no se conocen las teorías? Es como querer pintar sin saber qué color utilizar.

Entonces, todas las cosas que los jóvenes consideran aburridas, como dibujar las sombras o aprender a mezclar los colores, ¿son fundamentales en esta profesión? Exactamente. Son imprescindibles, indispensables, y lo confirman también las experiencias, por ejemplo, de los pintores estadounidenses que durante años se han dedicado al lettering, cosa que aquí algunos jóvenes consideran poco formativa. A propósito, ¿por qué decidió irse a Estados Unidos?
Yo quería pintar, siempre quise pintar y, mientras estudiaba, tuve la suerte de encontrar un marchante de arte que se llevaba cada mes todo lo que yo producía, hasta que se encontró en el almacén con un montón de obras mías. Entonces hice una exposición que obtuvo un cierto éxito, incluso desde el punto de vista comercial. Pero este prometedor comienzo se vio truncado por el servicio militar, y cuando regresé a la vida civil perdí al marchante y la relativa tranquilidad económica. Entonces empecé a ofrecer mis trabajos a las editoriales y a las agencias de publicidad que los apreciaban… ¡pero me pedían cosas completamente distintas! Luego, poco a poco, empecé a transformar mi estilo y a hacer las primeras cosas que les vinieran bien tanto a los editores como a las agencias de publicidad. En aquella época cayó en mis manos por casualidad un aerógrafo; compré los accesorios necesarios y, siempre como pintor, empecé a experimentar este tipo de técnica, como autodidacta, porque en aquellos tiempos nadie estaba capacitado para enseñártela. De hecho, tras algunos intentos de resultado completamente negativo, y sólo después de haber destruido dos o tres aerógrafos, lo dejé durante un cierto tiempo. De hecho, usar el aerógrafo no es como afilar un lápiz.

Sin duda. Es una técnica, un poco como aprender a dibujar desde cero. Hay que aprender la técnica, que, no obstante, quien conozca un poco de dibujo está capacitado para aprender. ¿Quiere decir que, pese a ser un instrumento tan técnico, su utilización requiere un profundo conocimiento del dibujo? El aerógrafo es un medio, una posibilidad que se debe añadir a los conocimientos y a las aptitudes de quien lo usa. Y quien lo use, como ya hemos dicho, debe saber dibujar.

¿Qué fue lo que le alentó, después de los primeros resultados negativos, a volverlo a intentar?
La necesidad de mis clientes (editores y agencias de publicidad) de recibir trabajos que estuvieran técnicamente mejor acabados de lo que se podía con el pincel. Pero la base debe ser el dominio del pincel, de la anatomía, de las proporciones, de la perspectiva, de otro modo no te das cuenta de lo que haces y no controlas el instrumento, que requiere una técnica distinta de cualquier otro medio, ya sea pincel, lápiz u otra cosa.
Después de aprender esta técnica se fue a Estados Unidos…
Me animó una persona que me hacía de manager y estaba convencida de que, con mis trabajos, habríamos conquistado el mercado estadounidense.
¿Y fue realmente así?
Pues no. Fui, realicé algunos trabajos, no demasiados a decir verdad, pero al final decidí volver a casa.
¿Y cómo fue eso?
Había dificultades objetivas. Aunque el trabajo estaba mejor pagado, también la competencia iba en proporción, y además está la dificultad de la lengua. Por muy bien que hables inglés, está claro que no es tu lengua vernácula. Además, el estándar estadounidense está muy alto, y quizá ni mi manager ni yo estábamos al máximo de nuestra capacidad. Entrar en el ambiente exacto es muy difícil.

Cualitativamente, ¿cómo juzga a los ilustradores estadounidenses en comparación con los europeos?
Hay una restringida minoría de ilustradores muy buenos que poseen conocimientos específicos verdaderamente notables; en cada trabajo que hacen consiguen aportar en el terreno del dibujo, de la estructura de la composición y de la plasmación del color y del cromatismo algo más que no se puede definir exactamente. Luego, la mayor parte del trabajo la realizan los demás, que no son tan buenos. ¿Es importante la influencia del art director?
No siempre. La tendencia en Estados Unidos es dejar libre al artista, mucho más de lo que sucede en Europa. El layout es sólo una huella que debe seguir el artista, pero por lo demás es extremadamente libre. Concretamente, esto es lo que he advertido en los trabajos de editorial. Como experiencia personal, te diría que aquí me he encontrado mucho más atado en la realización del trabajo.
Al volver a Italia se dedicó a la enseñanza.

¿Qué consejos didácticos daría como profesor a un joven que quisiera seguir este camino?
Siempre he dicho que la seriedad en el trabajo resulta óptima a la larga. Nunca hay que pensar que se ha alcanzado la máxima cota en el trabajo que se esté haciendo, sino que hay que seguir estudiando y aprendiendo bien cada técnica antes de buscarse un estilo personal. Si no se tiene la base sobre la que trabajar se hace difícil hacerse un estilo.
¿Hay que ser severo con uno mismo? Sin duda. El estudiante debe aprender a ver las cosas de una manera diferente, ver las proporciones, las formas y dibujar lo que ve verdaderamente y no lo que cree saber. Por eso la técnica es fundamental. El estilo es una elección, pero es una elección con conocimiento de causa que te permite dibujar de forma inexacta aunque puedas hacerlo perfectamente.