Klee y sus demonios.
El pintor suizo Paul Klee, refiriéndose a sus experiencias infantiles, dice en el n.” 10 de su Diario:
«Los espíritus malignos que dibujaba adquirían consistencia corpórea. Buscaba la protección de mi madre y me quejaba de que los pequeños demonios mirasen dentro por la ventana.»
Y en el n.” 27, Klee escribe:
«En el restaurante de mi tío, el hombre más corpulento de toda Suiza, había mesas de mármol pulido cuya superficie, gastada por el tiempo, presentaba toda una maraña de surcos. En este laberinto de líneas se podían distinguir figuras humanas grotescas y era posible delinearlas ron el lápiz Yo punía un gran empeño en ello, demostrando de este modo mi afición por lo extraño.»
(Paul Klee, Diario, números 10 y 27.)
La habitación de Paul Klee:
Los dos dibujos de esta página, realizados con un año de intervalo entre sí, desarrollan el mismo tema: la habitación de Paul Klee en Berna, en la casa del n.” 8 de Marienstrasse, vista según dos formas distintas de representación. El primero es una vista en perspectiva; el segundo, en cambio, es una planta analítica, acompañada por numerosas anotaciones.
El primer dibujo del joven Klee (en aquel entonces tenía sólo 17 años) está realizado con trazos entrecortados, que sirven de base a la aguada.
Más curioso y, sin duda, más interesante es el segundo dibujo, en el que Klee se afana en representar en planta todos los objetos el cuaderno, la pluma sobre la mesa e incluso el gato, en el ángulo inferior izquierdo; el gato vuelve a estar presente en la escena de jardín con regadera. Incluye además comentarios escritos (como, por ejemplo, «mesa de trabajo: ¡oh ironía!»), cuya principal función es la de personalizar la habitación; en el centro, donde se cruzan las flechas que indican los puntos cardinales, escribe: «hic ego!»» («¡aquí estoy yo!»).
Buscarse a sí mismo a través del entorno:
Las dos imágenes de la habitación, la realizada en planta y la hecha con perspectiva, pretenden revelar una fase fundamental de la vida del joven pintor: la de su adolescencia y sus primeras inquietudes; y constituyen un testimonio directo de un largo relato, ampliamente desarrollado en su Diario. Sin embargo, la misma interpretación personal que caracteriza tanto la vista en perspectiva como la redacción de la planta (haciéndola perder toda la objetividad de una representación geométrica y convirtiéndola en un dibujo totalmente personal) confirma la búsqueda de un conocimiento analítico auténtico y preciso del propio yo a través del entorno.
La habitación propia, en la que se vive y se trabaja, es un tema que siempre ha interesado a los artistas, no sólo como “espacio envolvente”, sino también como “espacio” en el cual se manifiesta la propia personalidad en miles de detalles.
Todos estos detalles merecen un lugar y un comentario en los dibujos de Klee, tanto en la perspectiva como en la planta, y son reseñados con una meticulosidad y una atención que trascienden al simple hecho gráfico.
1. Paul Klee (1879-1940): Mi habitación (1896), pluma con tinta china y acuarela; 121 X 192 mm (Berna, Fundación Paul Klee).
2. Paul Klee: Mi habitación (1897),pluma con tinta negra; 170 X 214 mm (Berna, Fundación Paul Klee).
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