Dibujo de la planta de Várese

Esta planta de Várese Ligurepone de manifiesto las características urbanísticas y arquitectónicas del lugar, articulado a modo de tenaza por los dos arcos descritos por las Jilas de casas, protegidas por torres.
Respetad la ciudad y así respetaréis vuestro propio entorno.
La actual preocupación por la salvaguardia y reconstrucción del patrimonio artístico y por la recuperación de las tradiciones no es ninguna novedad. En la Alta Edad Media, la antigüedad despertaba tanta admiración que incluso los caudillos de las hordas bárbaras que por aquel entonces invadían Italia quedaban impresionados por la majestad de los grandiosos edificios medio en ruinas. El historiador griego Proco-pio de Cesárea (finales del siglo v de nuestra era) refiere de este modo la exhortación del general Belisario (del cual era secretario y confidente) al rey de los godos Tolila para que respetase la integridad de Roma:
Los hombres que respetan debidamente las leyes de la civilización embellecen con obras de arte las ciudades que aún carecen de ellas; los necios, por el contrario, las despojan de sus ornamentos, transmitiendo así sin vergüenza alguna a sus descendientes el recuerdo de su malevolente naturaleza.
Roma es la más grande y bella de todas las ciudades que se encuentran bajo el sol, porque no ha surgido del poder de un solo hombre, sino del empeño de una larga serie de emperadores y del trabajo de los hombres más ilustres que, empleando infinitas riquezas a lo largo de un gran número de años, la adornaron con las obras maestras de los mejores artistas del mundo.
Esta ciudad que ahora contemplas, y que fue edificada poco a poco, es el legado que esos hombres dejaron a la posteridad como símbolo de la cultura del mundo. Por ello, si alguien se atreviese a destruir tanta
grandeza sería culpable de un grave delito en contra de todos los hombres del futuro, porque privaría a los autores de los monumentos de su valor y a sus descendientes del placer de contemplar las excelsas obras de sus antepasados. Si destruyes Roma, no pierdes una ciudad ajena; pierdes tu propia ciudad.

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