Medida y dibujo.
Para representar fielmente un objeto de acuerdo con sus dimensiones y sus características formales, tenemos que suprimir las deformaciones que frecuentemente están implícitas en nuestro modo de ver.
Por ejemplo, vemos “en perspectiva”; es decir, las partes más alejadas de un objeto, de un edificio o de un paisaje nos parecen más pequeñas que las más cercanas…
Por lo tanto, si queremos representar un objeto tal como es en realidad, tendremos que utilizar métodos “convencionales” y, en la medida de lo posible, objetivos, basados en las reglas de la geometría, que nos permitan medir y dibujar las características reales, esto es, que nos permitan alzar un plano.
El interés por el dibujo geométrico y su estudio se remonta a tiempos muy antiguos, siendo ya conocido en la época romana. Sin embargo, su práctica propiamente dicha se inició durante el Renacimiento, como consecuencia del deseo de estudiar del natural los restos arquitectónicos del pasado, y culminó en Italia, donde esos restos eran tan abundantes.
Cuando todos los caminos conducían a Roma
Roma se convirtió entonces en la meta de todos los que deseaban contemplar, estudiar y dibujar los vestigios del mundo antiguo. A ella se dirigió Brunelleschi (-1377-1446), acompañado por su amigo Donatcllo (1386-1466), y allí se dedicó a «medir cornisas y dibujar plantas de aquellos edificios», y también León Bat-tista Alberti y Vasari. Éste cuenta: «He examinado todos los edificios de la antigüedad que puedan tener importancia en algún aspecto, para recopilar cualquier elemento de utilidad. He rebuscado sin cesar, he medido y representado en bocetos todo lo que he podido.»
A Roma se encaminó también Simone del Pollaiolo (1457-1508), que, tras «contemplar con admiración las magníficas antigüedades y medirlas con gran diligencia», habló con tanto entusiasmo de ellas a su regreso a Florencia que mereció el apelativo de “il Cronaca” (“el Cronista”). La ciudad fue visitada así mismo por otros muchos arquitectos italianos y extranjeros. En 1515, Rafael propuso a León X una ambiciosa campaña dirigida a levantar los planos de los restos de la antigua Roma, I’alladio (1508-1580) reunió con este fin un gran número de apuntes, que le servirían corno documentos básicos para la realización de sus «dibujos de la antigüedad romana».
Fueron innumerables los estudiosos, no sólo arquitectos sino también humanistas y hombres cultos, que se trasladaron a Roma para analizar directamente sus monumentos o, tal vez, sólo para respirar su atmósfera mágica. En ocasiones, los viajes se repetían, para profundizar en los esludios o para renovar las emociones.
Estos autores nos dejaron, al lado de sus observacio-nies escritas, esquemas planimétricos, plantas, secciones y detalles; un conjunto de gráficos que pretendían representar con objetividad esa realidad que despertaba su interés y su emoción, pero que, a causa de ello, convertía esos dibujos en interpretaciones personales.
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